miércoles, 5 de diciembre de 2007

TEMPRANO
















Temprano, sucede temprano, como todo lo que llega antes de lo esperado. Temprano como un tren que abandona la estación vacío. Temprano es le nombre de pila del desierto. Temprano es la abandonada casa del pueblo. Temprano es un dolor azorado en el vientre. Temprano es el sol de medianoche. Temprano es la verdad del desamor. Temprano es la verguenza. Temprano es el sonido del silencio. Temprano es una nevera llena de agua. Temprano es lo que habrá de llegar.

**foto de Alberto Viadas**

sábado, 20 de octubre de 2007

Volvimos a ver los caballos en los días posteriores. El miércoles el más alto, el que tenía la melena más larga. Unos cabellos dorados que caían suavemente sobre el cuello ligeramente. Parecían dóciles pero de una fuerza brutal, parecían tranquilos cuando se detenían en la cima de la colina como chapas metálicas de hierro oscuro. Todos salvo el mayor, de un marrón brillante del color de la madera barnizada , con su pelo rubio de larga cola y crines sedosas. Se situaba siempre cerca de alguna roca, de esas blancas y escarpadas que parece que van a caer si se empujan con tesón durante unos minutos.

viernes, 21 de septiembre de 2007

L'inconnu ( Manhattan)


Nueva York es el mundo que nunca debió ser. Nueva York llena de desconocidos . “L’inconnu”, un hombre de traje gris y paraguas abierto bajo la lluvia, sin rostro, sin alma, sin olor. Indolente “L’inconnu” atraviesa la calle y toma el metro hasta su apartamento en Brooklyn , ha triunfado, y puede recalentar en el microondas la cena que le sobró anoche, enciende la televisión, se tumba en el sofá y se duerme.

L’inconnu obtiene un placer extraño en escuchar la radio por la mañana. Los auriculares en las orejas mientras desayuna en el Starbucks de la esquina. La misma mesa, los últimos cuatro años, el mismo desayuno. El 5 sin bacon. Nadie lo recuerda, nadie lo conoce y siempre tiene que repetir que quiere el café para llevar. Rumia las primeras noticias del día. Lloverá al mediodía, da igual.

Las grandes ciudades suponen para sus habitantes el marco para una vida interesante y activa, el mundo se mueve aunque todo quede detenido a veces. Dos palomas levantan el vuelo desde el piso 23; nunca han tocado tierra. Los sueños, igual que las esperanzas resuenan entre las paredes incompletas de los despachos de los edificios empresariales. Tu espacio, una pantalla de ordenador encendida, una montaña de informes que nunca mengua. 10 se van, otros 10 llegan, desde fuera nunca pasa nada. L’inconnu no existe, nadie existe, sólo la masa tiene nombre. La individualidad, el neoyorquino es Woody Allen tras sus gafas de cristal grueso, tras el visor, tras las lentes del objetivo.

Una ciudad gris, en blanco y negro. L’inconnu llora viendo Manhattan.

miércoles, 18 de julio de 2007

Anotar los sueños


Necesito taparme para dormir, y pasar calor y sudar, y encontrarme preso en el lecho hasta no poder hacer más que rendirme y dormir.

Anoche me acosté borracho, llegué bebido me desvestí y me tiré a la cama. Cansado y triste pero con la mente vacía, lo cual es para mí un alivio y una ocasión que celebrar, tal vez no con más vino pero sí rompiendo una copa de cristal.

Hoy amanecí temprano, sin resaca ni cansancio. No soñé nada, yo siempre lo recuerdo, yo siempre me obligo a recordar mis sueños. Incluso alguna vez seguí la terapia de anotarlos y leerlos para comprenderme. Entonces se hicieron repetitivos y sencillos así que dejé de redactarlos. Paso por la vida dejando atrás cosas, no acabo nada, me disperso y me agoto y cuando decido emprender de nuevo un camino, éste ha desaparecido.

Tenía anotado un número de teléfono en la mano y un nombre de mujer. No he podido evitar leerlo al ducharme esta mañana. Mis sueños se convierten en repetitivos y simples.

lunes, 2 de julio de 2007

Llueve en Copenhage (Abril)


Llueve en Copenhague, no me importa. Trato de no pensar en ella. Pero no puedo más que ver su piel pálida al cerrar los ojos. He planificado su muerte, la he tratado de matar un millón de veces su imagen, pero al igual que mis propios suicidios no he logrado más que fracasos. Me sonríe y me abraza mientras lloro y cuando duermo me axfisio de aire viciado. Me duele la cabeza cuando amanece, me duelen los brazos y las piernas y procuro no moverme para no sentir nada.

Ha nevado en Copenhague y creo que escupiré sobre todos estos libros. Ya no me hace efecto el café, he logrado hacerme un adicto. Un adicto confeso a la cafeína y a la soledad malentendida. Bebo el café frío pero procuro calentarlo y dejar que el aroma del calor se va desvaneciendo en torno a mí. Estoy enfermo y a veces maldigo mis versos. He ensuciado la habitación y en el desorden no encuentro motivos para el caos. Ayer me sorprendí llorando. Las lágrimas secas con las que se riega el mundo. Me detuve un momento abrí la ventana y dejé que mi garganta gritara tu nombre.

Laura en Copenhague y son las cuatro de la madrugada, rebusco entre los papeles de mi escritorio los poemas que dediqué a otras. Ya maté el gusto por lo único, la tremenda realidad del infinito, nada de eso me es ajeno y aún así procuro asir los sentimientos de odio para alimentar mi alma de nuevas ideas. Hay un gato en la calle, podría matarlo. Tal vez me sintiese mejor. Tendría que bajar, notar como el frío me corta los labios. Acechar al animal y matarlo a golpes. Las manos desnudas y el gato arañándome los brazos chillando y sangrando. Después sólo debería romperle el cuello o pisarle la cabeza. No puedo imaginar el ruido. Una nuez con pasta de dientes en el interior, algo así, nada que no pudiera hacer.

Llueve en Bilbao y no es la misma lluvia a la que acudo para oler el polvo de las calles. Lleva horas lloviendo y el asfalto está tan oscuro como el primer día. Un coche ha girado dos calles más abajo. Tengo que darme prisa.

jueves, 28 de junio de 2007

Carta a Laura (I)




No creo que puedas hacer nada más que vivir la vida que hayas decidido vivir. Las sombras del pasado a veces te pesan como abultados equipajes sin abrir. Yo no llego a tu vida por la puerta de invitados. Ni siquiera se puede decir que haya llegado con buena intención. Hay en mis palabras cierta verdad, una sincera forma de confesar mis sentimientos. Yo te tengo agarrada a la frente como podría tenerte arrojada en el espacio que se abre entre mi camino y el tuyo. Nadie prometió nada, nadie se dedico a hacer el tipo de planes que hacen los que saben que están en el mismo lugar. Ya no me quedan palabras nuevas. Todo lo que escribo y a lo he escrito antes, todo lo que te confieso ya lo sabe todo el mundo y aún así es tan secreto, tan real tan, tan tuyo y tan mío que a veces asusta la forma con la que he decidido quererte.

Me pienso más lejano a ti cada día que te encuentro más cerca. No me atrevo a mirarte, ni a hablarte de la forma en que me gustaría. Todo es tan mundano y a ese mundo me arrojo si para los dos es más cómodo. Pero tanto para ti como para mí esperan cosas mejores. La providencia nunca me fue buena así que no confío en que nos una nunca. Nunca estuvimos tan lejos y aún ahora la distancia me hace sentirte tan cerca. No quiero necesitar y me desagradaría que tu me necesitase. Siempre he odiado cosas como la dependencia, la forma con la que se poseen las personas que dicen amarse. Yo soy tuyo pero tú, tú nunca serás mía.
Y ahora me ahogo en café porque en la noche las verdades suelen marear y anudar a la intuición, al remente de la imaginación, rastros divinos y extrañamente agradables. Las historias enfermas, la maldad del descontrol, la fruta prohibida con la que primero nos asustaron, luego no hubo más que frutas prohibidas, al final no habrá más que fruta fermentada y todo parecerá más fácil . No tienes que hacer nada, nunca has tenido que hacerlo, mirar al frente, sonreir, a veces me remueve el alma tan sólo saber que compartes el mismo aire que mis pulmones desechan. Cómo no me voy a sentir envanado y envilecido. No soy más que el rastro doloroso de todos los demás.

Me cambiaría por el que habrá de venir, el que hará que me olvides, el otro al que odiaré, del que sentiré envidia. Porque son las cosas que han de pasar y a mí todo me parece siempre tan doloroso. Supongo que no es así como te gustaría vivir entre muerte y muerte una vida y un momento feliz. No queda más que eso para los amantes desangrados. Porque no olvides que yo llego con mis heridas, yo traigo conmigo el dolor.